Crisis en Ucrania: «Putin va a dar el golpe. Ni siquiera las mayores concesiones de EEUU le convencerían para no hacerlo»
¿Qué busca Putin con su despliegue en la frontera con Ucrania? ¿Qué hay detrás de sus exigencias a la OTAN? ¿Cuáles son los escenarios más probables a partir de ahora? Estas son algunas preguntas que nos respondió en entrevista el experto en política rusa.
Rusia lleva años clamando contra la expansión de la OTAN hacia el este de Europa y siendo ignorada. Eso se acabó una vez el presidente Vladimir Putin consiguió que el asunto plagara los titulares de medio mundo.
Y lo ha logrado haciendo saltar las alarmas en Occidente con el despliegue más de 100,000 soldados a lo largo y ancho de la frontera de Ucrania y en Bielorrusia.
Mientras EEUU y la OTAN advierten de una posible invasión a Ucrania, Moscú llama a negociar lo que lleva años pidiendo: que la alianza atlántica deje de incorporar nuevos miembros y que su despliegue en Europa oriental regrese a la situación de 1997.
Para entender qué hay detrás de estas exigencias, entrevistamos al doctor Armand Gosu, renombrado experto en política rusa de la Universidad de Bucarest, en Rumania.
Gosu no duda en apuntar como objetivo último de Putin el rehacer el orden mundial establecido al final del colapso de la Unión Soviética para devolver a Rusia su lugar como potencia en un mundo multipolar.
Y sobre qué va a pasar a partir de ahora, Gosu contempla varios escenarios. “El más probable es que Putin espere un momento favorable y golpee cuando nadie esté preparado”.
¿Cuál es la motivación última de Putin?
El objetivo estratégico de Putin es cambiar el orden internacional que se estableció después del colapso de la Unión Soviética y del final de la Guerra Fría. El líder del Kremlin considera que este orden perjudica a Rusia, ya que sus intereses no son respetados. Y por eso quiere que Rusia ponga fin a esta situación y sea aceptada como polo mundial de poder en un mundo multipolar, junto con EEUU y China. Sin embargo, la principal fuente de poder de Rusia es territorial y reside en el control que ejerce sobre la antigua Unión Soviética. Es por ello que la salida de repúblicas exsoviéticas, como por ejemplo Ucrania, Georgia o Moldavia, de la zona de influencia de Rusia, y la integración de estas repúblicas en el mundo occidental tendrían un impacto negativo en la capacidad de Rusia de conservar su posición como polo mundial de poder.
En febrero de 2007, en la conferencia de seguridad de Múnich, Putin anunció públicamente que Rusia quería tomarse la revancha. En abril de 2008, en la cumbre de la OTAN de Bucarest, a Georgia y a Ucrania se les prometió formalmente que podían adherirse a la alianza. Y en agosto de 2008, los tanques rusos llegaban a unos pocos kilómetros de la capital de Georgia, Tiflis. En los meses de febrero y marzo de 2014, Rusia ocupa y se anexiona Crimea, al tiempo que pone en marcha el proyecto Novorossia, que supone un alzamiento armado en el este y el sur de Ucrania contra el gobierno de Kiev. De este proyecto nacen dos repúblicas populares separatistas, Donetsk y Lugansk, y los acuerdos de paz de Minsk, cuyo contenido es interpretado de forma diferente por cada una de las partes.
Ocho años después del inicio del conflicto entre Kiev y Moscú, Ucrania está en pleno proceso de consolidación nacional y estatal. Los medios rusos controlados por el Kremlin han sido prohibidos y la lengua ucraniana se extiende por todo el país. En estos momentos Ucrania está más lejos que nunca de la zona de influencia de Rusia. En este sentido, Putin ha conseguido lo contrario de lo que quería. Para él es de vital importancia devolver a Ucrania a la zona de influencia de Rusia.
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¿Y qué ha llevado al presidente ruso a hacer este movimiento ahora?
Los factores que han empujado a Putin a actuar son, primero, la situación política de Rusia: el malestar de la población crece con la crisis económica y la pandemia de covid de fondo; a Putin le quedan dos años de mandato y no sabemos todavía si intentará renovar su mandato o si optará por una transferencia controlada del poder. En estas circunstancias, la política exterior y de seguridad son sus únicas bazas para ganar apoyos y recuperar parte de la popularidad perdida. Las elecciones presidenciales de 2024 pueden ser una oportunidad para una rebelión dentro de la élite político-militar de Rusia que lleve al derrocamiento de Putin. Por ello, Putin necesita una victoria para consolidar su posición dentro de Rusia.
Otro factor es la situación política de Ucrania: el principal vector político ruso en Ucrania, Viktor Medvedchuk, se ha quedado sin sus canales de televisión, lo que ha supuesto un golpe importante para la propaganda rusa. Medvedchuk está desde hace meses bajo arresto domiciliario.
Y la situación militar de Ucrania: el ejército ucraniano está cada vez mejor entrenado y armado; los drones Bairaktar utilizados a principios del mes de octubre del año pasado en el Donbás han hecho saltar las alarmas en el Kremlin, que ve cómo podría perder su superioridad militar en los teatros de operaciones. En otras palabras, si Rusia quiere derrotar militarmente a Ucrania debe hacerlo ahora; dentro de unos años puede que le resulte mucho más difícil, si no imposible.
Además de un contexto internacional favorable: la salida de la escena política de Angela Merkel (excanciller alemana) deja a Europa sin líder; el presidente Emmanuel Macron (Francia) tiene elecciones en abril y está centrado en la campaña electoral. El aumento del precio del gas en Europa ha hecho más evidente la divergencia de intereses entre los países de la Unión Europea en relación con Rusia. El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, se enfrenta a una creciente oposición dentro de su propio partido, y la administración de Joe Biden debe centrarse en resolver las crisis internas. Es casi un milagro que, a través de los esfuerzos de Estados Unidos, haya conseguido mantenerse la cohesión de la OTAN, lo que ha hecho posible la movilización ejemplar que hemos visto por parte de los países de la frontera oriental de la alianza, desde el Báltico a Rumania y Bulgaria.
Todos estos factores explican por qué Putin ha decidido actuar ahora, pensando que ha encontrado unas circunstancias más favorables que nunca para cambiar el orden internacional post-Guerra Fría en favor de Rusia.
Rusia le ha planteado a Estados Unidos y la OTAN una serie de exigencias entre las que está que la alianza atlántica deje de expandirse y su despliegue de fuerzas regrese a la situación de 1997. ¿Qué busca con eso?
Putin quiere volver a la situación de seguridad de antes de la primera extensión de la OTAN hacia el Este, que tuvo lugar después de la Guerra Fría. Es decir, a antes de las decisiones de la Cumbre de Madrid. Esto supondría desmontar y retirar toda la infraestructura de la OTAN en los antiguos países socialistas satélites de la Unión Soviética durante la Guerra Fría: Polonia, Hungría, Chequia, Rumania, etc.
Aquí quiero hacer dos observaciones. Siendo países miembros de la OTAN, la infraestructura militar de estos países lo es también de la alianza. Por otra parte, la infraestructura de la OTAN en su flanco oriental ha crecido precisamente como consecuencia de la anexión de Crimea por parte de Rusia. En el flanco oriental, la OTAN tenía hasta ahora entre 6,000 y 7,000 militares concentrados sobre todo en los países bálticos y Polonia. No creo que Rusia pueda sentirse amenazada por esto. Sólo en Crimea, Rusia tenía en 2021 entre 28,000 y 30,000 militares. Es decir, si Moscú quiere que esta infraestructura de la OTAN se desmantele, la mejor solución es que le devuelva a Ucrania los territorios que se ha anexionado y cambie su comportamiento en las relaciones internacionales.
¿Cuáles son en su opinión los escenarios más probables a partir de ahora?
Putin ha subido mucho la apuesta en este conflicto al presentar los dos borradores de acuerdo a Estados Unidos y la OTAN el 17 de diciembre. Está claro que no va a recibir las garantías de seguridad que pide, lo que equivaldría a reconocer todo el espacio exsoviético como esfera de influencia de Rusia. Por una parte, Putin debe obtener algo, por pequeño que sea, para salvar su imagen tanto en el plano interno como en el externo. De lo contrario, toda la operación habrá quedado como un bluf.
Depende de los estadounidenses ofrecerle a Putin una salida para salvar su reputación. Por cómo parecen estar transcurriendo las conversaciones, a través de intercambios epistolares, es muy posible que la guerra se aplace semanas, meses e incluso años. Este sería el mejor escenario posible.
El peor escenario sería una guerra extendida en Ucrania, ya sea con un ataque masivo de Rusia, a partir de un pretexto cualquiera que desencadene una incursión masiva por el sur. Esta opción podría permitir la apertura de un corredor terreste entre Rusia y Crimea que se extienda desde Odesa hasta el enclave separatista de Transnistria, una república rebelde marioneta de los rusos en territorio de la exrepública soviética, hoy independiente, de Moldavia. Otra posibilidad es que Rusia promueva un complot o una insurrección dentro de Ucrania que lleve a la creación de un gobierno de facto pro-ruso que sea inmediatamente reconocido por Putin. Estas nuevas autoridades pedirían ayuda militar a Rusia para estabilizar la situación interna, lo que llevaría al Ejército ruso a invadir Ucrania en el papel de fuerzas para garantizar la paz. Esto podría ser el principio de una guerra civil con millones de refugiados que pondrían una presión inmensa sobre los países del flanco oriental de la OTAN.
El escenario más probable es que Putin espere un momento favorable y golpee cuando nadie esté preparado y Ucrania y Occidente sean más vulnerables. Puede que cree una crisis política en Kiev que deteriore gravemente la situación del país. Puede que organice una provocación en el Donbás, para lo que tiene una amplia gama de opciones: mercenarios de Wagner, los ejércitos de las repúblicas populares Donetsk y Lugansk. Esto podría ocurrir durante o después de los Juegos Olímpicos de invierno en Pekín. Rusia podría esperar a que China golpee a Taiwán y aprovechar que todas las miradas están fijadas en el Pacífico para lanzar su propia operación en Europa del Este. Y, atención también a esto que está pasando ahora, todos miramos a Ucrania mientras Rusia está ocupando militarmente Bielorrusia, donde dentro de unas semanas se va a celebrar un referéndum para cambiar la Constitución cuyo resultado ya está preestablecido.
Moscú sabe sacar provecho de cualquier situación de crisis. Es parte de la cultura político-militar de Rusia, que tiene sus raíces en el mundo tátaro-mongol de la estepa. Lo que es seguro es que Putin va a dar el golpe. Ni siquiera las mayores concesiones por parte de Estados Unidos le convencerían para no hacerlo. Está descartado que las negociaciones sobre el control de armamentos satisfagan al líder del Kremlin, pues son demasiado técnicas y difíciles de vender como propaganda. Vienen tres años muy difíciles en los que debemos estar atentos a los movimientos de Putin.
El embajador ruso en Naciones Unidas dijo que todo este discurso de que preparan la invasión a Ucrania era “histeria” de Occidente. ¿Es cierto? ¿Considera estos temores exagerados?
Según Putin y los diplomáticos rusos, todos los occidentales son culpables de que Rusia se haya anexionado Crimea, de la guerra del Donbás y del derribo del avión de Malasia. Probablemente los occidentales también sean responsables de que Rusia haya concentrado a más de 100,000 militares en las fronteras de Ucrania. Acusar a otros de lo que hace la propia Rusia es una táctica habitual de la diplomacia rusa. Es verdad que hay momentos en los que los occidentales exageran, pero es mejor exagerar que subestimar los peligros. También esto es una táctica.
¿No tiene Putin mucho que perder con la crisis que se desataría?
Putin siempre tiene menos que perder que sus homólogos de los países democráticos. En regímenes autoritarios militarizados como el de Rusia, el líder se siente mucho más cómodo, mucho menos presionado que cualquier mandatario de un país democrático. Por eso para Putin es vital que Ucrania no se adhiera al espacio de democracia y cultura europeas. Si lo hace, podría convertirse en un modelo a seguir para los rusos. Puedes derribar aviones, hacer saltar por los aires los tanques, pero es más difícil dispararle a las ideas, y Putin lo sabe. Por eso, para la supervivencia de su régimen es vital que Ucrania fracase en su rumbo europeo y se transforme en una pequeña Rusia gobernada de forma cínica por unos servicios secretos coordinados con el crimen organizado.
¿Pueden las amenazas de sanciones servir como un elemento de disuasión?
No está clara la idea de que las sanciones tengan por sí mismas poder de disuasión. Un ejemplo en este sentido es Corea del Norte, y también podemos mirar a Irán. Ambos países han sido castigados con duras sanciones y continúan siendo amenazas significativas para la paz y la seguridad internacionales. Y no olvidemos que Rusia ha sido sancionada en los últimos ocho años. Estas sanciones han tenido unos resultados bastante modestos, y es evidente que no han servido para evitar la crisis de seguridad en la que vuelve a estar inmersa Europa. Además, Moscú ha aprendido a vivir con las sanciones, a compensar sus efectos y a desarrollar una cierta resistencia.
La gran cuestión ahora mismo es si las sanciones serán un factor decisivo esta vez. ¿Afectarán de verdad a Putin y a su régimen, llegando a poner en peligro su supervivencia? ¿Supondrán una amenaza para su legado? Otra pregunta es si Occidente está preparado para apretar el botón nuclear, que en este caso sería excluir a Rusia del sistema SWIFT y suspender el Nord Stream 2. Yo no estoy seguro de que Occidente haya llegado a ese punto. Y, probablemente, esas sanciones se activarán después de que Putin haya puesto en movimiento su maquinaria de guerra.
Los cancilleres de ambos países continúan dialogando. ¿Cuánto deberíamos apreciar esto?
Se dice habitualmente que las armas callan cuando los diplomáticos hablan. Mantener las cancillerías abiertas es útil para entender las posiciones y las líneas rojas del otro, así como para identificar aquellos puntos en los que existe un terreno común para la negociación y el entendimiento. Por ejemplo, en el campo del control de armamentos, como está ocurriendo ahora.
¿Cómo ven la situación los ucranianos? Parece que el gobierno ha restado importancia a la gravedad de la situación de alguna manera.
Ucrania lleva casi ocho años en guerra con Rusia. Cada día ve en las noticias que un militar ha resultado herido o muerto. La sociedad se ha acostumbrado a la guerra, que ya forma parte de la realidad cotidiana. Según lo que veo en los medios ucranianos, la mayoría de la población está dispuesta a resistir y a luchar por su país.
Por lo que respecta al presidente Volodmir Zelensky, las cosas son más complejas. Tiene una actitud que de alguna forma resulta paradójica. Por una parte pide ayuda a los occidentales, sobre todo a Estados Unidos, a Reino Unido y a Canadá, a quienes solicita armas, instructores militares y dinero y les pide que presionen a Rusia. Por otra parte, le ha pedido a Biden que afloje a la hora de amenazar a Rusia porque espanta a los inversores. Puede que sea un mensaje necesario para calmar a la población, pero no creo que sea necesario. Pienso que el mayor miedo de Zelensky en estos momentos es a un golpe de Estado o a un complot interno, a que agentes rusos provoquen una insurrección que le aparte del poder y ponga en su lugar a un hombre de paja del Kremlin.
Las sanciones por sí mismas nunca son suficientes. Deben ser parte de un paquete más amplio de medidas disuasorias que no consista únicamente en medidas pasivas de castigo a posteriori, sino también de una disuasión preventiva que le demuestre activamente a Putin que los costos de sus acciones serán más superiores a los beneficios.
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