Lula destituye a más de 80 militares del círculo presidencial tras el asalto a los poderes en Brasilia
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha destituido a más de 80 militares destinados en el palacio donde despacha y la residencia presidencial; sospecha que son infiltrados, bolsonaristas más leales a su predecesor que a la República. Él y su esposa tampoco se han mudado y, por ahora, siguen en un hotel de lujo en Brasilia.
Quieren asegurarse de que su hogar oficial será un espacio blindado para su seguridad y su intimidad. Motivos para el recelo tiene también el jefe supremo de las Fuerzas Armadas, en vista de que cada vez es más evidente que el asalto a la sedes de los tres poderes, el domingo 8 de enero, contó con la complicidad de mandos militares.
La invasión ha puesto el foco en el comportamiento de las Fuerzas Armadas tras las elecciones, que perdió Jair Messias Bolsonaro, ante el relevo presidencial y durante el ataque golpista.
El palacio de Planalto, donde trabajan los presidentes, fue uno de los tres edificios invadidos por miles de bolsonaristas furiosos que rechazan la victoria de Lula con falsedades y teorías conspiratorias. Y eso que Planalto cuenta con un cuerpo específico cuya misión es protegerlo. Pero resulta que el sábado, cuando ya había informes oficiales que alertaban del riesgo de ataque durante la manifestación bolsonarista convocada para el domingo, unos soldados llegados la víspera para reforzar la guardia presidencial fueron enviados a casa. Solo los llamaron de regreso una vez consumada la invasión extremista.
El presidente Lula, que aquel aciago día estaba fuera de Brasilia, pudo haber movilizado a los militares para restablecer el orden, pero prefirió mantenerlos al margen y que su Gobierno asumiera la seguridad pública de la capital.