Maras: “Angelitos”, un libro que desnuda el drama de la violencia y crueldad de las pandillas centroamericanas

ARGENTINA.- Corría el mes de junio de 2015 cuando la opinión pública guatemalteca se vio sacudida por una noticia dramática: un niño de doce años había sido arrojado desde un puente por negarse a participar de un rito de iniciación marero. A 9500 kilómetros de distancia, la fotografía publicada por un periódico digital en la que se veía al padre abrazando el cuerpo inerme su hijo llamó la atención de Martina Dei Cas, una joven periodista y estudiante italiana que había finalizado sus estudios en la Universidad de Trento y estaba preparando su tesis en Derecho Penal comparado.

“Navegando en los portales de distintos medios latinoamericanos buscando información para mi tesis, me encontré con la foto de ese niño que parecía dormido. Algo me hacía ruido en la imagen”, recordó Martina, en diálogo con DEF. Cuando hizo clic para leer el artículo, tomó contacto por primera vez con la historia de Ángel Ariel Escalante, el niño que prefirió morir antes de someterse a los designios de un grupo de pandilleros que intentaban reclutarlo. Así surgió el proyecto de “Angelitos”, el libro de su autoría que saldría a la luz en 2019, con el auspicio de Amnistía Internacional Italia y del Centro para la Cooperación Internacional de Trento.

La historia de Angelito nos remite al 16 de junio de 2015, cuando el adolescente de doce años despareció de la escuela donde cursaba sus estudios, el Instituto “Carlos Benjamín Paiz Ayala”, ubicado en la Zona 6 de la ciudad de Guatemala. Tras una búsqueda desesperada, Luis Escalante encontró a su hijo en las primeras horas del día siguiente, en medio de la hojarasca, en un terreno debajo del puente Belice. Había caído de 125 metros, aunque el golpe había sido amortiguado por unos arbustos y evitó que muriera en el acto. Angelito falleció en el hospital “San Juan de Dios” el 4 de julio, tras dos semanas de agonía.

UNA NIÑEZ ABANDONADA A SU SUERTE

En su libro, Martina Dei Cas reconstruye los sucesos que derivaron en esta tragedia. Lo hace a través del relato del comandante del cuerpo de bomberos que asistió a Angelito y pudo conversar con el chico cuando todavía estaba consciente. El oficial explicó a Luis Escalante: “Su hijo no cayó del puente Belice. Lo empujó un grupo de niños un poco mayores que él, quienes lo habían reclutado por la fuerza a la salida de la escuela. Querían que se sumase a la pandilla y, para eso, tenía que dispararle a un busero (chófer de autobús) como parte del rito de iniciación. ‘O lo matas o mueres tú’, le dijeron. Él se negó y ellos estaban decididos a descuartizarlo. Finalmente, como un acto de clemencia, el líder de la banda ordenó arrojarlo desde el puente”.

El propio jefe de bomberos repitió a Luis, el padre de Angelito, lo que le susurró su hijo cuando le brindó la primera atención: “Me dijo que él decidió no dispara el arma porque su padre y su madre le habían dado otro tipo de educación; le habían enseñado que se necesita más coraje para detener la violencia que para iniciarla. Y le habían inculcado que, cueste lo que cueste, no se le dispara a un inocente”. Su negativa a participar de la orgía de violencia de las maras provocó la cruel respuesta de los pandilleros. Lamentablemente, a ocho años de esos sucesos, la investigación judicial no ha logrado ningún avance y el caso sigue impune. El libro busca rescatar el caso de Angelito Escalante y llamar la atención sobre los miles de Angelitos que existen hoy en las calles de las ciudades centroamericanas, en medio de la desidia de las autoridades.

Con la tragedia de Ángel Escalante como telón de fondo, “Angelitos” narra la historia de un grupo de adolescentes y jóvenes que Martina Dei Cas conoció en ocasión del viaje que hizo en 2017 a Guatemala. Los personajes, muchos de ellos protegidos con nombres de ficción, muestran la vida cotidiana de quienes se encuentran a merced de las temibles maras centroamericanas y sus códigos. “En estos barrios populares, según cifras oficiales del Ministerio de Educación de Guatemala, uno de cada dos niños tiene miedo de ir a la escuela”, explica la autora del libro, quien alude al temor de los estudiantes a ser obligados por la maras a participar en sus ritos de iniciación.

UNA LUZ DE ESPERANZA, EN PLENA OSCURIDAD

En medio de tanta oscuridad, Martina Dei Cas rescata el trabajo de una organización, el Movimiento de Jóvenes de la Calle (Mojoca), fundada en 1993 por el pedagogo belga Gérard Lutte y que ha logrado rescatar a muchos de estos jóvenes y brindarles una nueva oportunidad. Su fundador, al que todos conocían cariñosamente como “El Abuelo”, falleció el 10 de julio de este año en Roma, luego de dedicar los últimos 30 años de su vida a esta causa que abrazó con pasión. “El Mojoca se convirtió en la primera red local dispuesta a dar a estos jóvenes, que la ‘buena sociedad’ trataba como perros callejeros, un trabajo y una segunda oportunidad en esa tierra extraña que cuenta con más sicarios que panaderos en la guía telefónica”, sintetiza magistralmente Martina en las páginas de su libro.

El concepto que acuñó el creador del Mojoca es el de “amistad liberadora”, es decir, un sentimiento de respeto que rescata el valor y la dignidad de cada ser humano, dejando de lado cualquier etiqueta o prejuicio. “Gerardo luchaba por cada uno de estos jóvenes en las calles de los barrios y golpeando las puertas de los Ministerios, con el afecto de un padre de familia y, al mismo tiempo, con la firmeza de un general”, agrega la autora del libro, que se encarga de rescatar la vigencia del proyecto. La muerte de su fundador no ha impedido que su misión siga adelante y muchos de esos adolescentes desprotegidos puedan encarar una nueva vida lejos de las calles y del acecho de las maras.

En cuanto a la familia de Angelito Escalante, Luis regresó a Nicaragua, su país de origen, en 2018, donde se reencontró con su esposa Claribel Pérez y su hijo mayor Rudy, quienes habían sufrido amenazas de muerte en Guatemala y también habían tenido que escapar del país. Ese fue el precio a pagar por no callar y denunciar ante el mundo lo que le había sucedido a su hijo Angelito, frente a la desidia de las autoridades y de quienes debían protegerlos y velar por su seguridad.

Tal vez, el único homenaje de las instituciones públicas de Guatemala a la memoria de Angelito haya sido la declaración del 16 de junio como “Día de la Protección Integral de la Niñez, Adolescencia y Juventud”, decisión adoptada en 2016 por el Ministerio de Educación del país. Sin embargo, las causas profundas de la violencia y el delito siguen sin resolverse y muchos otros Angelitos siguen pagando con su vida la inacción del Estado o, en el peor de los casos, su complicidad con el crimen organizado.