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¿Por qué el afán de Trump por recuperar el control del canal de Panamá?

El presidente entrante de Estados Unidos, Donald Trump, parece estar decidido a recuperar el canal de Panamá alegando que los barcos de ese país son los más perjudicados por las altas tarifas que tienen que pagar a la administración panameña. Habla de retomar el canal para garantizar la “seguridad económica” de Estados Unidos.

Si Trump no descarta por el momento una opción militar para tales fines, analistas y expertos ven lejana esa posibilidad. Se espera que, por el contrario, engrase las correas de la diplomacia para afrontar la cuestión, puesto que una incursión militar arruinaría su imagen en el mundo, fomentaría más guerras y violaciones del derecho público internacional; y lo peor: Putin quedaría justificado en su invasión de Ucrania. Para el canal se usaría la misma fuerza bélica que la usada contra Ucrania. Mal parados quedarían los dos.

La gran pregunta surge entonces: ¿Por qué le interesa tanto a Trump la recuperación del canal? Y otra: ¿Qué haría para cumplir su propósito de recuperarlo? Es un asunto geo estratégico. Lo que alega es que los barcos estadounidenses son los más gravados, al tener que pagar las tarifas más elevadas, y que los chinos usan el canal para el espionaje marítimo y para monitorear las mercancías que por allí pasan, ganando así ventaja de datos.

Los dueños del canal

Un poco de ayer ayuda a comprender lo de hoy. Al presente siempre le hace falta una dosis del pasado. En principio, el canal sería construido en Nicaragua, país usado como un videojuego por aventureros de Estados Unidos. El más ácido de todos fue William Walker, que llegó incluso a dar un golpe de Estado antes de juramentarse como presidente de Nicaragua. Un filibustero gringo llegó a gobernar a esa pisoteada nación.

No prosperó la idea del canal nicaragüense, por los altísimos costos y el gran sacrificio en hombres y recursos que ello supondría. La empresa se fue a pique: quedó descartada. Sin embargo, en Panamá sería más factible. Y lo fue. En efecto, a principios del siglo XX, se rebelaron las provincias del norte de Colombia y el Gobierno no pudo frenar la revuelta porque Estados Unidos se lo impidió con sus hombres armados. Se creó una república para el canal: Panamá se desprendió a la fuerza de Colombia, y se independizó bajo la bendición de Washington. Así, el presidente Teddy Roosevelt metió sus manos en el asunto y alentó a los empresarios colombianos que crearon un movimiento separatista. Esos empresarios se entregaron en los brazos de la Casa Blanca.

Francia inició los trabajos del canal, a finales del siglo XIX. Fernando de Lesseps, el gran constructor del canal de Suez, encabezó las labores, pero, debido al inmenso costo financiero y humano (muchos millones y cientos de muertos), no pudo terminar la obra. Los gringos se hicieron a cargo, la reiniciaron en 1904 y la ejecutaron hasta su inauguración una década después, en 1914. Desde ese año administraron el canal, junto a Panamá.

Hubo protestas nacionalistas hasta que, en 1977, el presidente Jimmy Carter firmó con Omar Torrijos los acuerdos que entregaron a Panamá la soberanía de su codiciado canal. Al año siguiente, el Senado de Estados Unidos refrendó esos convenios. El último día de 1999, el Gobierno panameño asumió el control de la megaobra, con Mireya Moscoso como presidenta. Panamá lleva ya un cuarto de siglo gestionando su canal.

¿Qué hará el nuevo presidente de EE. UU.?

El presidente José Raúl Mulino, de Panamá, ha negado que los cargueros de Estados Unidos sufran los costos más severos en el canal. Y ha explicado que los impuestos están bien definidos, pues se cobran de acuerdo al tamaño de las embarcaciones, sin perjudicar ex profeso a los barcos estadounidenses. Las tarifas son para todos, según los parámetros establecidos.

Trump se lanzará al ataque, consciente de la importancia geoestrategia de la obra. El canal es un puente entre el Atlántico y el Pacífico: une a esos dos océanos, ganando muchísimo tiempo y dejando grandes beneficios. El nuevo viejo presidente va a presionar para que se reduzcan los gravámenes a los cargueros de su país, e intentará que se recorte la presencia china. Serán dos grandes retos para él.

Sus pretensiones se inscriben en una lucha feroz por el poder mundial. El tablero geopolítico se va definiendo: por un lado, el bloque China-Rusia-Corea del Norte-Irán-Venezuela; por otro, Estados Unidos-Europa-Japón-Corea del Sur. Tensiones y confrontaciones se dispararían en los próximos años, y la administración Trump tendrá que enfilar bien sus cañones para tratar de mantener el poderío de Estados Unidos, en un mundo cada vez más tembloroso e incierto.

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