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Impacto devastador de los feminicidios en los niños huérfanos: un llamado urgente a la acción

La violencia de género no solo arrebata vidas, sino que deja profundas cicatrices en aquellos que sobreviven, especialmente en los niños que pierden a sus madres a manos de sus padres. Un caso emblemático es el de Liliana, una niña de 7 años que vio cómo su madre era asesinada por su padre, quien luego se suicidó. Esta tragedia no es aislada, ya que según la Fundación Vida Sin Violencia, entre 2020 y 2024 se registraron 313 huérfanos producto de feminicidios, aunque las cifras oficiales de la Procuraduría General de la República y otras entidades son aún mayores.

El Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (Conani) informa que estos niños generalmente son acogidos por familiares, pero la asistencia psicológica solo se ofrece bajo solicitud del Ministerio Público. Sin embargo, expertos advierten que muchos de estos huérfanos enfrentan secuelas emocionales severas, como trastornos de estrés postraumático, debido al trauma sufrido.

A nivel nacional e internacional, estos niños son considerados uno de los grupos más vulnerables, con escasos recursos y atención adecuada para garantizar su protección y desarrollo. La falta de políticas públicas efectivas para prevenir la violencia y brindarles el apoyo necesario se suma a la crítica situación, especialmente en América Latina, donde la pobreza, el maltrato infantil y la violencia sexual son problemas prevalentes.

La tragedia de los huérfanos por feminicidio pone de manifiesto la urgente necesidad de crear y aplicar medidas que no solo protejan a las víctimas directas, sino que también proporcionen un entorno seguro y saludable para estos niños que, al igual que sus madres, son víctimas del flagelo de la violencia de género.

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