“Toma, eso te mandaron”: la historia de una mujer desfigurada por ácido del diablo

Aunque tiene su rostro y gran parte de su cuerpo desfigurado por los efectos del «plomerito» o, como mejor se conoce, «ácido del diablo», Judith Valeria Saldaña, una mujer masajista y madre de un niño, se ríe a carcajadas cuando le preguntan sobre su edad, pero, además, se considera como un ser humano normal que se siente muy bien pese a las marcas que hablan de una desgarradora historia con la que tendrá que vivir para siempre.

«(Soy) una chica normal. Muy humanitaria, muy amistosa. No porque yo lo digo, sino porque me lo han demostrado. Trabajaba, estudiaba y soy masajista de profesión técnica. Mi vida era normal como todas. Madre soltera de un niño de ocho años». Así describe su vida Valeria Saldaña previo al giro que le provocó un incidente por el cual ha tenido que ser intervenida quirúrgicamente en 21 ocasiones.

Y, aunque había escuchado de casos de personas que han sido impactadas por ácido del diablo, dice, con la mirada perdida por la ceguera que le dejó el químico, que nunca se imaginó lo que le sucedería.

«Antes de yo tener mi hijo me tenían envidia. Yo no hacía relaciones mucho aquí; yo saludaba, hola, cómo están, pero mis amigas son de otros sectores. Entonces decían como que yo era muy comparona. Una vez cuando salió Facebook comencé a subir fotos y entonces una persona comenzó a escribir. Yo tengo un amigo que es hermano de un hermano pequeño. No somos hermanos pero es hermano y relajando me comenzó a enamorar porque nos conocemos de infancia. Y desde ahí yo comencé a batallar con muchas personas sin conocerla», cuenta Valeria Saldaña sobre sus amistades en Valiente, del municipio Boca Chica donde vive.

Dice que una mujer, que no identificó, le hackeó su perfil en dicha red social y le decía «cosas» vía llamada telefónica, celándola con su esposo. «Yo la bloqueaba y volvía y compraba otro chip. Ella pasó un año y pico comprando otro chip», asegura Valeria, y agregó que nunca ha tenido problemas con otras personas, excepto con esa dama; un hecho que sucedió hace seis años.

Ahí fue que inició toda la historia que la misma víctima considera «muy extraña». En diciembre del año 2016 se quedó sin empleo y así duró 12 meses sin recibir la ayuda del padre de su hijo, aunque ella tenía una promesa de trabajar en el Ayuntamiento. «Pero tú sabes cómo son esos políticos», dijo Valeria cuando contó su historia para el canal de YouTube «Bajo Presión TV Show«.

«Me llaman unas amigas que se están arreglando las uñas y en una me paro y veo un carro, un (Toyota) Camry color dorado. Y yo le he dicho a una amiga mía: ese carro tiene una semana pasando por aquí, y pasa al paso. Qué raro. ¿A quién buscará? La amiga mía me dijo: déjame ver. Hay dos hombres y una mujer. Ay, tiraron una foto. El dueño de la casa dijo ¿cómo fue? Salió corriendo para ver el carro y cuando vino de allá para acá dijo: no tiene placa el carro. Yo, como andábamos un grupo de muchachas, le digo: Fulana, me dio miedo. Siento miedo y no sé por qué, nunca he sentido miedo», narró Valeria, quien aseguró que luego se le olvidó lo sucedido porque no tenía enemigos.

Con el tiempo, llegó a su memoria que en marzo del 2017, el día 5, pasó una vehículo azul marino con los cristales tintados. Fue un domingo normal mientras ella escuchaba música en su casa con su hijo y su madre. Dijo que miró el carro y un tuvo un presentimiento, aunque minimizó su sentir.

Era un día lluvioso y hubo una interrupción eléctrica y, por desgracia, además, las baterías del inversor se descargaron.

Contó que su madre la mandó a comprar un pica pollo porque no quería hacer cena. «El niño se levanta corriendo y me dice: mami, mami, frío frío, calor. Él le decía frío al calor. Mi mamá está sentada en una esquina y me dice dame la sábana para sentarnos aquí porque no hay luz. Ella lo arropa y yo estoy buscando el dinero. Viene un muchacho y le dice a mi mamá: ¿aquí vive Judith? Mi mamá me llama y me dice: Judith, te buscan. Yo salgo y agarro la puerta de hierro de la galería, me quedo en la palometa y él me aborda, no me deja abrir. Me dicen: ¿tú eres Judí? Yo dijo sí, y cuando fui a hablar me quedo con la boca abierta y me dice: toma, eso te mandaron. Me exprimió un pote de cloro», detalló.