Tras el paso del Ciclon San Zenón en el país hoy se cumplen 93 años

En conmemoración de los 93 años transcurridos desde esta tragedia, que dejó una profunda marca en la historia del país, reduciendo la ciudad de Santo Domingo a escombros en cuestión de horas, la sección de Zona Retro de esta semana dedica un trabajo especial para recordar la fecha.

El 3 de septiembre de 1930, tan solo habían transcurrido diecisiete días desde que Rafael L. Trujillo ascendiera al poder, convirtiéndose en el Presidente de la República Dominicana, tuvo lugar el ciclón bautizado como San Zenón.

Entre los huracanes que han azotado a Santo Domingo se encuentran, entre otros, el del 23 de septiembre de 1834, llamado Padre Ruiz; el del 5 de agosto del 1835 en el que se perdió el bergantín de Mr. Ripley y el del 14 del mismo mes en que naufragó detrás de Punta Torrecilla la balandra de Mr. Robles.

En esta línea, el sucedido en 1894 denominado por el pueblo Ciclón de Lilís, que echó por tierra los castillos, arcos, iluminaciones y trofeos que sus partidarios, amigos y las colonias extranjeras habían levantado en su honor.

También las tormentas de San Severo y la de Magdalena que azotaron la región oriental, muy especialmente a Higüey, en cuya población derribó más de ciento setenta casas y destechó más de doscientas.

La Oficina de Meteorología había anunciado el lunes 1 de septiembre del año 1930 que el Bureau del Tiempo de Washington había localizado un centro de disturbio atmosférico al noreste de la Isla Martinica, de intensidad desconocida y rumbo al noroeste.

A pesar de haber sido publicado por todos los diarios circulantes de la capital, este aviso no generó ninguna alarma en la población. Siempre se creyó que los huracanes no afectarían la costa sur de la República.

Al día siguiente, el observador de la Pan American Airways, Co., en el aeródromo Lindbergh de Santo Domingo, informó que el disturbio se encontraba a 80 o 100 millas al sur de Puerto Rico. Sin embargo, en la capital no se observaban señales de mal tiempo, aunque el cielo estaba ligeramente nublado.

En la mañana siguiente, las olas cruzaban por encima de la baranda del malecón Presidente Billini. La gente se aglomeraba en las calles Santomé, Espaillat, José Gabriel García, Palo Hincado y Arzobispo Portes para contemplar el espectáculo.

A la 1:30 de la tarde la ciudad se encontraba bajo los efectos de la tormenta San Zenón. El tránsito quedó paralizado. Los vehículos que se aventuraban a desafiar los torrenciales aguaceros y fuertes vientos fueron deshechos.

La velocidad de los vientos era de 180 millas por hora, para las cinco de la tarde de ese día la ciudad se encontraba abatida por los ataques de la naturaleza. Las planchas de zinc volaban por los aires cercenando cabezas, piernas y brazos de quienes alcanzaba.

La población dominicana vivió horas interminables. Más largas que nunca. Los ruidos del viento sembraban pánico en los corazones de los dominicanos.

Según informes publicados años posteriores en el periódico elCaribe, se vivió una engañosa calma que había iniciado a eso de las tres y media de la tarde y se mantuvo por veinte minutos. Fue el vórtice de San Zenón que arropaba totalmente la ciudad.

Se supo que muchas de las personas que salieron a la calle encontraron la muerte. Poco después regresó el viento y las lluvias para terminar su obra de exterminio.

Todavía en la noche, en las pocas casas que sobrevivieron, no se conocía la magnitud de la tragedia. Dentro de una casa, se encontraron dos hermanos abrazados con el cráneo destrozado, y en las aceras y en las calles había hombres, mujeres, niños y ancianos muertos.

Como consecuencia, se vieron en la necesidad de improvisar cementerios, uno de ellos ubicado frente a la iglesia de Santa Bárbara y en la Plaza Colombina, donde se halla ubicado el Parque Eugenio María de Hostos, para sepultar e incinerar algunos cadáveres.

El día cinco, dos días después, circulaban en Puerto Rico dos alocuciones, una delentonces gobernador de Nueva York Theodoro Rossevelt y otra del Alcalde puertorriqueño Todd, exhortando al pueblo a cooperar socorriendo a los dominicanos.

Dos días después, llega al puerto de Santo Domingo, procedente de Halifax, Canadá, el crucero inglés Danae, con medicamentos, ingenieros, médicos, alimentos y medicinas. Siguiente a este llega el vapor holandés Mida, con alimentos y medicinas enviadas de Puerto Rico para los damnificados del huracán.

Resultados

La ciudad se encontraba convertida en escombros, muchos escombros. Los lamentos se escuchaban a todas horas y por todas partes de heridos, y de los que perdieron a sus madres, padres, hijos, esposas, nietos, entre otros.

En su paso por el país, el ciclón San Zenón provocó la trágica pérdida de más de mil personas, además de dejar a más de cuatro mil heridos. La suspensión de los servicios públicos, la escasez de agua, el hambre y la propagación de epidemias también fueron consecuencias directas de la devastación causada por este fenómeno natural.